Pedro Jiménez.- Los libros y rollos manuscritos tienen miles de años de historia, pero no podemos decir lo mismo de los libros impresos. Los primeros de los que se tiene conocimiento se imprimieron en China con bloques de madera tallados y datan del año 868 de nuestra era. Hubo que esperar hasta 1455, aproximadamente, para que el alemán Johannes Gutenberg, usando los tipos móviles de metal de su invención, produjera el primer libro impreso de importancia: una Biblia en latín. Pocos años después, cuando la industria editorial alcanzó cierto desarrollo, la Biblia y otras publicaciones comenzaron a tener una amplia difusión. En Alemania, el centro de la actividad editorial era Nüremberg, ciudad natal de Anton Koberger, considerado el primer editor e impresor a gran escala de la Biblia.
Conozcamos un poco mejor su vida y obra a fin de entender por qué gente de todas las culturas les debe mucho a él y a otros pioneros en la edición de la Biblia.
En 1470, Koberger inauguró la primera imprenta de Núremberg. El negocio se expandió a Basilea, Estrasburgo, Lyon y otras ciudades europeas. En su mejor momento llegó a contar con veinticuatro prensas que funcionaban simultáneamente, dando empleo a un centenar de trabajadores, entre operarios, artesanos y otros. Koberger publicó escritos medievales en latín y buena parte de la literatura científica de su tiempo. En total editó 236 obras, algunas de las cuales tenían varios cientos de páginas que había que imprimir de una en una utilizando prensas manuales.
Los libros editados por Koberger eran conocidos por su belleza y por la claridad de su impresión. Esto se debía a la excelente calidad de los caracteres utilizados. Como afirma el historiador Alfred Börckel, “Koberger siempre empleaba tipos recién fundidos, con los bordes bien definidos. No permitía el uso de letras desgastadas”. A esto hay que añadirle que muchos de sus libros y biblias contenían detalladas ilustraciones realizadas con planchas de madera grabadas. Ello le permitía aunar las ventajas de ambas tecnologías, la antigua y la moderna, sin perder la calidad que brindaban cada una de ellas en su campo (texto e imagen).
Sin embargo, de todos los trabajos que realizó a lo largo de su carrera, se destaca uno en particular. Lo cierto es que, según su biógrafo Oscar Hase, Koberger “dedicó una especial atención a la Biblia”: tanto él como sus compañeros de profesión no escatimaron esfuerzos para conseguir los manuscritos bíblicos más exactos disponibles en aquella época, pues su empeño no era sólo puramente empresarial, sino cultural, artístico e incluso espiritual. Ello no resultaba fácil, pues muchos pergaminos eran tesoros celosamente guardados en algunos monasterios a los que el acceso era poco menos que imposible. Y en el remoto caso de que se prestaran, apenas se concedía tiempo para copiarlos.
En 1475, Koberger imprimió la primera edición de la Biblia Latina, de la que produjo un total de quince tiradas sucesivas. Algunas de estas ediciones contienen representaciones del arca de Noé, los Diez Mandamientos y el templo de Salomón. Tiempo después, en 1483, Koberger imprimió la Biblia Germanica, con una gran tirada para la época: unos mil quinientos ejemplares. Contaba con más de cien ilustraciones que ayudaban a despertar el interés de los lectores, aclarar el texto y recordar historias bíblicas a quienes no sabían leer. Sus representaciones se convirtieron en el modelo para posteriores ilustradores de la Biblia, principalmente en las versiones en alemán.
Esta edición de 1483 alcanzó un alto grado de popularidad, pero la marcha de los acontecimientos hizo que fuera la primera y la última Biblia de Koberger en alemán. Aunque el vocabulario se había adaptado cuidadosamente al de la versión aprobada por la Iglesia (la Vulgata latina), lo cierto es que la edición de Koberger se basaba en una traducción valdense del siglo XIV, la cual estaba prohibida. Un año después, el papa Inocencio VIII inició una campaña para acabar con las comunidades valdenses. De ahí en adelante, la oposición de la Iglesia a las versiones de la Biblia en lenguas vernáculas no hizo sino aumentar. El 22 de marzo de 1485, el arzobispo Bertoldo de Maguncia emitió un edicto por el cual se condenaba la traducción de la Biblia al alemán. El 4 de enero del año siguiente, este arzobispo renovó el edicto. Dado lo crítico de la situación, en adelante Koberger no se arriesgó a publicar la Biblia en alemán de nuevo.
A pesar de todo, el trabajo de Anton Koberger no fue en vano. Este pionero en el arte de la impresión logró que libros de distintas clases se difundieran más ampliamente en Europa y a precios más asequibles. La labor de Koberger contribuyó a que, con el tiempo, la Biblia llegara a estar al alcance de todo el mundo.