Abraham Bosse: cuando el grabado religioso encuentra la vida cotidiana


Abraham Bosse (Tours c. 1604-París,1676) fue un célebre grabador del primer tercio del siglo XVII, hasta el punto de que se le considera el fundador del grabado en talla dulce en Francia. Se le atribuyen casi 1.600 piezas de una calidad técnica incontestable, llenas de gracia y elegancia, sobre todo tipo de temas: históricos, religiosos, geográficos, científicos, e incluso ilustraciones de novelas de moda en la época. 

El universo visual y estético de Bosse, artista protestante en la Francia posterior al edicto de Nantes, acusa la influencia del norte de Europa, sobre todo de Holanda; el francés comparte con sus colegas de Amsterdam la construcción del espacio escénico, luminoso y aéreo; la claridad de la composición de la página, así como cierta predilección por las escenas de la vida privada, sobre todo familiar. Ello se detecta en su gusto por reproducir la indumentaria y los objetos domésticos, los gestos humildes y repetitivos de la vida cotidiana, así como los oficios más corrientes. Muchos pintores se inspiraron en sus grabados como motivo para sus lienzos, ya incluso en su propia época.




Técnicamente, Bosse muestra un excelente dominio del dibujo y del aguafuerte, al que imprime un rigor exento de frialdad. Su sentido del detalle y de la exactitud, así la precisión de su  observación (no incompatible con cierto humorismo), son proverbiales, hasta el punto de que los manuales de historia de Francia se han nutrido de sus grabados durante siglos, a veces incluso sin hacer constar su autoría.

Su maestría en el oficio queda de manifiesto en el hecho de que fue el primer grabador que publicó un manual de técnica sobre su disciplina, en el año 1645, ampliamente traducido y difundido hasta mediados del siglo XIX. Aparte de esto, su obra coincide con una revolución en esta disciplina: el paso del grabado sobre madera al grabado sobre cuero, por aquel entonces denominado talla dulce, de la mano del maestro de Bosse, Melchior Tavernier.

La mitad de la obra de Bosse está consagrada a la ilustración de libros, tanto de argumento religioso como clásico o moderno. Según el estudioso José Lothe, el grabado de planchas para ilustrar libros le ocupó durante toda su carrera, es decir, durante casi cincuenta años. A pesar de que los libros que incorporaban grabados en talla dulce resultaban más caros y complejos de realizar, poco a poco fueron desplazando a los que incluían xilografías, ya que permitían reproducciones más expresivas y detalladas, trasladando con mayor fidelidad los diseños originales. Dado que las tres cuartas partes de los libros publicados en el siglo XVII en Francia son de inspiración católica, y a pesar de que Bosse era protestante, de su mano salieron numerosas planchas para obras inspiradas por la Contrarreforma. La mayoría de sus obras religiosas son de pequeño formato, bastante simples, de forma que pudieran ser fácilmente reconocidas por los eventuales compradores; asimismo, fue pródigo en la creación de frontispicios para obras de carácter religioso, como es el caso de Modelo de perfección, El oficio de la Santa Virgen, o La religión y el amor divino.

Algunas obras destacan sobre el resto, como es el caso de la pieza de teatro Jezabel, para cuya edición impresa Bosse grabó seis planchas, y se presume que también varios dibujos. Asimismo, son célebres las cinco planchas y el frontispicio de la traducción que el maestro de Sacy hizo de la Imitación de Cristo, de Kempis. El éxito de esta edición fue tal, que Bosse tuvo que grabar dos nuevas series, en un formato menor.

La producción gráfica de Bosse para la ilustración de libros no se limitaba a grabar frontispicios o láminas de mayor o menos enjundia, sino que incluía todo tipo de títulos, viñetas, bandas y demás accesorios ornamentales de los tomos.




Aunque la publicación de libros protestantes estaba prohibida en París, Bosse no dejó de ilustrar obras relevantes de esta tendencia religiosa, entre ellas dos ediciones de la Biblia, que fueron publicadas en Ginebra, y una del Nuevo Testamento publicada en Charenton por Antoine Cellier, en el año 1656. En este tipo de ediciones, el estilo de Bosse es más sobrio y menos ornamental. Otra de sus obras relevantes, dentro de esta subcategoría, es el frontispicio que grabó para la obra de Charles Drelincourt, Consolaciones del alma fiel contra los terrores de la muerte, publicada por el mismo editor. Con ello, Bosse demostraba su versatilidad, así como su capacidad para interpretar la sensibilidad de los lectores potenciales de las obras que grababa. Y es que, a despecho de la creencia general de que la imagen es un lenguaje directo y universal, lo cierto es que el propio autor pudo comprobar que muchas personas se sentían incapaces de reconocer la materia de ciertas estampas donde se representaban figuras o escenas religiosas de acuerdo con unos parámetros que no resultaban familiares para ellas.

Una de las piezas clave de su producción estrictamente protestante es la estampa titulada La bendición de la mesa (abajo), que se convirtió en un auténtico icono de la fe reformada.




Dada la convicción de los protestantes de que la eficacia de la Palabra de Dios se verifica en el día a día, se comprende que Bosse, a imitación de los artistas holandeses, representase las parábolas del Evangelio en un decorado y con una indumentaria contemporáneos. Es el caso de la historia del hijo pródigo, que pone de manifiesto el mal uso de las riquezas y los riesgos que acarrean a su poseedor.

El carácter calvinista de la serie de siete estampas titulada Vírgenes sensatas y vírgenes locas no deja lugar a dudas: estas escenas de interior, que oscilan entre la claridad tamizada de un mediodía de lectura y el claroscuro de la vigilia, en realidad se colocan bajo la luz terrible del Juicio Final. El rigor de Dios es permanente, no aguarda hasta el último momento: es asunto de todos los días, de todas las horas. El espectáculo tranquilo en apariencia de la vida cotidiana puede desembocar en cualquier momento en el Apocalipsis y el cumplimiento de las Escrituras.